A menudo cometemos el error de pensar que los negocios son cuestión de números y sin embargo pocos talentos son más importantes para el éxito que saber cómo contar una buena historia; tendrán una ventaja quienes sepan canalizar la experiencia o deseos en historias que motivan a todos a actuar a su favor.
Lo que tienen los grandes oradores es que saben convencer contando historias. Las historias implican emociones y que la persona que las oye se sienta identificado con el protagonista de la historia. Por tanto es importante saber tocar las emociones, identificarlas y saber gestionarlas. Si controlamos las emociones de nuestra audiencia (ya sea cliente, equipo de trabajo, etc.), si conseguimos mantenerla en suspense, sorprenderla, arrancarle una sonrisa o una lagrima… la habremos convencido.
Habitualmente las historias cuentan con una estructura típica en la que se nos muestra a un personaje y su situación, conocemos su entorno y objeto del problema y por último cómo se ha enfrentado a ello y lo ha superado.
Intenta explicar cualquier producto como si fuera un cuento. Establece una historia, un marco para entender de qué estás hablando realmente. Y como toda buena historia, crea un villano y un héroe. El villano unas veces puede ser una empresa o un competidor y otras un problema que hay que resolver o un obstáculo a superar. En todo caso, marcar bien los retos y los competidores que tenemos delante supone un estímulo para la audiencia. Por no decir que ayuda a entender mejor porqué necesitamos los productos que estás presentando.
Pero sobre todo para comenzar a introducirte en el arte de la oratoria es fundamental tener buenos hábitos de lectura, observar presentaciones de buenos oradores y practicar mucho, la clave está en la preparación.
Para terminar no podía despedirme sin hacer referencia al orador por excelencia, Steve Jobs.